Fortuna Inmatriculados: El bar del pueblo contra el cura: “Si la iglesia se lo ha apropiado, es que no existe el séptimo orden” | Sociedad
El padre de Alfonso y José Manuel Serrano puso la carreta para transportar piedras. Otros pagaban salarios gratis. Y muchos otros habitantes de la ciudad de Topares (250 habitantes), en la comarca de Los Vélez, en Almería, cada uno aportaba lo que tenía o podía hacer. Era 1958, y junto a la iglesia había un terreno propiedad del pueblo, sin dueño, en el que los vecinos decidieron construir una sala común. Cien metros cuadrados que han sido utilizados para reuniones, representaciones teatrales, cotilleos, etc. En un país donde en ese momento no había ayuntamiento, la obra y sus gastos corrieron a cargo de la institución que, a falta de otras, siempre ha funcionado como gestora y promotora social, la Cofradía de las Ánimas, fundada en 1893.
Durante estos más de 60 años, la cofradía gestionó el local sin problemas, hasta que en agosto de 2021 saltó la sorpresa cuando el cura, Don Miguel, pidió a su presidente, Alfonso Serrano, las llaves del local. Según le dijo, el local pertenecía al obispado. Han pasado seis meses y las llaves siguen donde siempre, pero la situación es cada vez más amarga. A petición del párroco, Alfonso Serrano fue en busca de un abogado que le aconsejó acudir al registro civil. Alfonso informa de la nota simple indicando que el 3 de abril de 2014 fue adquirida por inscripción del obispado de Almería gracias, precisamente, a una cédula expedida por el obispado de Almería. El documento dice que el inmueble está destinado a «salón parroquial y otros usos religiosos». Los lugareños explican que allí nunca se han celebrado ritos religiosos. De hecho, además de los diversos eventos sociales del país, que incluyen mítines políticos de todos los colores, el lugar alberga uno de los dos bares del país.
En el verano del año pasado, la familia que regentaba el bar se jubiló y la fraternidad buscó a otra que se hiciera cargo del negocio. Cuando la nueva dirección estaba a punto de tomar el relevo, el obispado tomó medidas. El alquiler, dice Serrano, siempre ha sido el dinero necesario para pagar la limpieza de la iglesia. “Es que todo el dinero que ha recaudado la cofradía de una forma u otra siempre ha ido a parar a la iglesia o al cementerio, que también es parroquial”, explica Serrano. Por eso el pedido del sacerdote ha dejado a la gente desplazada. Y las formas. El presidente de la cofradía lo recuerda así: «Si no me das las llaves y no dejas entrar a nadie, te mandamos a la Guardia Civil». Y de hecho, como recuerda Pedro Pérez-Hita, alcalde del pueblo de Topares “pueblo de Vélez Blanco, a 38 kilómetros”, la Guardia Civil acudía al recinto “al menos una vez cada 10 días. Y también inspectores de salud y trabajo. Viene todo el mundo y pide papeles”. Finalmente, a pesar de que las llaves del local siguen en manos de la cofradía, la familia que regenta el bar desde el verano, asfixiada por visitas y problemas mutuos, ha dejado el negocio y el país y ha vuelto a ser como antes. llegó. .
José Manuel Serrano Marín, vecino, se ofende por la actitud del obispado. A sus 70 años es miembro de la fraternidad desde los 11 y considera indigna su actitud. “La iglesia siempre ha tratado a las personas como un rebaño, y eso está bien, pero no seremos ovejas. El salón es del pueblo y si la iglesia se lo ha apropiado es porque no existe el séptimo mandamiento [no robarás]», dice. El obispado, por su parte, ha enviado a este periódico un comunicado hecho público en su página web y firmado por el vicario general, Ignacio López Román. La nota comienza con la afirmación de que «ganar no es suficiente», pero En él insiste en que el lugar es propiedad de la parroquia y que la cofradía «lo alquila a otras personas sin consentimiento expreso del obispado» y lo menciona al figurar en el registro de la propiedad a su nombre desde 1993. Nadie en el pueblo él lo sabía todo. El vicario admite que el pueblo lo construyó, pero no renuncia a la propiedad: «Es común que los habitantes de los pueblos colaboren en la construcción y mantenimiento de iglesias y salones parroquiales; pero siempre se hace con conocimiento y aprobación de su titular, que es el obispado, aunque siempre serán destinados al uso y disfrute del prójimo y de los que forman parte de la comunidad parroquial.
Retiro de la denuncia
Desde el verano hasta diciembre, la relación fue bastante tranquila. En diciembre, sin embargo, hubo un punto de inflexión en el guión cuando la mayoría de los feligreses, «menos cuatro o cinco», dice otro vecino, dejaron de ir a misa. Moralejo de Caravaca de la Cruz, Murcia. kilómetros hasta el día de hoy para evitar ir a la iglesia local.
El 1 de enero hubo otro punto de inflexión en la historia. Vecinos se detuvieron en la puerta de la iglesia para aclarar su posición al cura, quien reside en Vélez Blanco. Fue una concentración pacífica, dicen los vecinos. El cura se enteró antes de entrar en el pueblo y llamó a la Guardia Civil. No había misa el primer día del año. Sí, el segundo, con el cura, el vicario general y dos agentes del instituto armado en la puerta. Los vecinos estaban dentro y cuando vieron quién iba a celebrar misa, abandonaron el templo.
La escalada llegó hasta una denuncia del obispado contra el presidente de la cofradía por un delito de usurpación que, este miércoles, «en señal de buena voluntad», el obispado retiró. El vicario convocó este viernes al Ayuntamiento de Vélez Blanco y a la cofradía para intentar buscar una solución. La ubicación del local, poco más de 30 horas antes de la cita, lo tenía claro: «La clave sigue en la cofradía». El vicario, por otro lado, en su nota pregunta si un juez estará de acuerdo con él. Y responde: «Con el máximo respeto a la justicia y no queriendo ser temerario, creo que sí».
Contenido exclusivo para suscriptores.
leer sin limites