Instituto Gachupin de Oceanografía: Las medusas del Mediterráneo se quedan sin predadores y están acabando con boquerones y sardinas | Ciencia

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Malos tiempos para las sardinas y las anchoas. Malas noticias se acumulan para estas dos especies, una de las más comercializadas del Mediterráneo. Son víctimas tradicionales de la sobrepesca, el cambio climático está afectando a sus poblaciones y su alimentación se está deteriorando, al igual que su salud, afectada por los microplásticos. A este abanico de factores que tiñen de negro su futuro, ahora suma uno más. Un estudio patrocinado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y publicado en la revista Ciencia de estuarios, costas y plataformas reveló que el número de capturas y la abundancia de estos peces disminuye con los años de mayor proliferación de medusas. La presencia masiva de estos organismos puede influir en la disminución de hasta un 45% en el número de individuos que, además, se muestran más desnutridos.

¿Cómo ha encontrado la ciencia la correlación entre medusas, sardinas y anchoas? El punto de partida es el proyecto PELWEB, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Liderado por los investigadores Marta Coll (del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona) y José María Bellido (del IEO-CSIC), su principal objetivo era estudiar las causas del empobrecimiento de las poblaciones de pequeños pelágicos como la sardina y la anchoa. Mediterráneo Occidental, desde el Cabo de Gata en Almería hasta el Cabo de Creus en Girona. En la serie de estudio de ambas especies se observa que su número ha disminuido desde 2001, ya que su tamaño es menor y su salud se ha deteriorado. Hoy en día es casi un milagro encontrar un ejemplar de siete u ocho años -su esperanza de vida- y encontrar uno de dos años es casi imposible debido a la sobrepesca, que no les permite crecer.

Para buscar soluciones, los científicos propusieron hipótesis desde varios ángulos: los efectos del cambio climático, la presión de la pesca, la merma en la calidad de su alimentación o la contaminación por microplásticos. Para ello, aprovecharon las campañas marítimas del IEO, en las que cada verano se navega la costa mediterránea en barcos científicos. Y, en paralelo, recogieron muestras en las principales lonjas durante 18 meses. Las cuatro hipótesis se confirmaron, la última hace unos meses, cuando el equipo de Coll publicó un estudio que mostraba cómo aparecen diminutos plásticos en casi el 60% de los especímenes. “Y cuanto más tenían sus estómagos, más enfermos estaban”, dice el investigador, “porque los individuos presentaban peores condiciones físicas y mayor número de parásitos”.

El equipo lanzó una quinta idea. ¿Y si la tendencia al alza en el número de medusas repercutiera en las poblaciones de anchoa y sardina? Es aquí donde aparece la figura del investigador José Carlos Baéz, afincado en el IEO de Fuengirola, en Málaga, donde las anchoas encuentran refugio mientras, junto a las sardinas, son la base de la gastronomía. Sorprendentemente, dice que esta semana vio el aeropuerto de Málaga salpicado de medusas varadas. La imagen es recurrente en verano, pero en invierno es una excepción que empieza a dejar de serlo. Es el botón que muestra el aumento de la población de la especie en el Mediterráneo, en particular la llamada medusa clavel (pelagia noctiluca), que causa estragos en la temporada estival y las redes de pesca. “La sobrepesca de sus depredadores, como el atún o el pez espada, ha ayudado a su desarrollo”, señala Báez. Así como el aumento de la temperatura del mar debido al cambio climático. Y en un entorno cada vez más pacífico y menos riesgoso, se multiplican.

Medusas muy voraces

Durante los últimos tres años, este investigador ha liderado el trabajo para resolver la hipótesis número cinco. Extrajeron datos de series históricas -hasta 2001- y también tuvieron un precedente en la bahía de Bengala, en el océano Índico, donde el colapso del ecosistema provocó también la proliferación de medusas. Allí se comprobó que se alimentaban de las larvas de pequeños peces. ¿Se repetirá en el Mediterráneo? Los datos muestran que sí. “La proliferación de medusas afecta negativamente a las poblaciones de sardina y anchoveta”, dice Báez.

El científico explica que hay dos razones principales. Uno, que los organismos se desarrollan cerca de cañones submarinos, donde miles de individuos crean enormes enjambres. Es precisamente el lugar donde ponen sus huevos las anchoas, que las medusas utilizan para ingerir huevos o freír. “Son muy voraces, comen mucho”, añade Báez. Y como cada vez hay más enjambres, su incidencia es mayor. Los datos del estudio muestran que provocaron una disminución del 45% en la abundancia de sardinas, cuyas capturas cayeron un 10%. En el caso de la anchoa, el número de individuos disminuyó un 42% y las toneladas alcanzaron un 63%. La segunda es que las medusas también se alimentan de plancton. Y su mayor presencia dificulta la alimentación de sardinas y boquerones. Por ello están más desnutridos, empeorando su estado físico.

¿Hay una solucion? “A estas alturas la inercia es muy difícil de romper, pero se puede. Bastaría con reestructurar el ecosistema”, dice Báez. Para que cada equipo vuelva a su lugar, su equipo plantea la necesidad de acabar con la sobreexplotación de depredadores de medusas, como atunes, tiburones o peces espada, así como recuperar las poblaciones de tortugas. También eliminar la contaminación o permitir que las poblaciones de sardina y anchoa se recuperen con menos presión pesquera. “Históricamente, muchos jóvenes descartados han sido tirados, pescados donde no deberían haber estado o en sus jardines de infancia, aunque ahora está sucediendo menos. Bastaría con el respeto a las leyes”, añade Marta Coll. Las medusas también juegan un papel aquí, ya que el estudio señala que «podrían ser un inhibidor importante para la recuperación de las poblaciones de peces en ecosistemas agotados». Un reto más para la ciencia y, sobre todo, para la sardina y la anchoa, cuyo futuro es nada menos que pesimista.

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