La escuela concertada sufre para cubrir las bajas por covid | Educación
El golpe de la sexta ola de la pandemia en las escuelas, con un aluvión de casos positivos entre alumnos y profesores, no distingue entre redes públicas y concertadas, con todos los problemas que ello conlleva. Los equipos educativos están resolviendo la situación de la mejor manera posible, día a día, y muchas veces sin toda la ayuda que necesitarían de la Administración, como protestan muchos de ellos. Además, en el caso de la escuela concertada, añadimos las dificultades que están encontrando para cubrir la pérdida de personal, que muchas veces no son capaces de conseguir, ya que son los propios centros los que tienen que ocuparse de la búsqueda de sustitutos y su reclutamiento.
«Un directivo puede estar varias horas organizando un permiso: buscar el suplente, rehacer los horarios, trabajar el permiso del profesor y redactar el contrato de suplentes… Estos días los colegios parecen agencias», se queja Meritxell Ruiz, secretaria general del Fundación Escola Cristiana, principal empleadora del concertato en Cataluña. “En un caso, tomó cuatro días obtener el alta [necesaria para poder conseguir un sustituto] y en otra pasaron tantos días que le dieron tanto licencia como permiso al profesor”, explica Soledad Casas, directora del Colegio de Jesús en el distrito de Barajas, en Madrid, sobre los problemas que plantea la saturación de los servicios sanitarios. Y añade: «Y muchas veces no encontramos sustitutos para apenas siete días [lo que dura la cuarentena]; si están en el paro o están preparando oposición, no merece la pena”.
Los colegios concertados son centros privados subvencionados con dinero público para ofrecer la enseñanza obligatoria de forma gratuita. Atienden a una cuarta parte del alumnado de toda España, con porcentajes que van desde el 15% en Extremadura y Canarias hasta casi la mitad del alumnado en el País Vasco. Siempre envuelto en el debate entre los defensores de esta oferta subvencionada (católicos en su mayoría) y los que argumentan la primacía de la oferta pública y se quejan de que la oferta concertada cobra a las familias, su carácter híbrido puede dejarlas en tierra de nadie en situaciones como la actual. . “Nosotros pagamos la nómina del profesorado, pero no nos hacemos cargo de la búsqueda de personas”, decía hace unos días la secretaria general de Educación de Cataluña, Patricia Gomà. “El concertado siempre es el último de la fila. Se nos ve como privados, queremos que las familias paguen solo por hacer negocio y no solo crean que también somos un servicio público”, se queja Enric Masllorens, director general de la Educación Jesuita. fundación
Pedro Huerta, secretario general de Escuelas Católicas, entidad mayoritaria en la red concertada a nivel estatal, insiste en el mismo sentido: «Parece que siempre nos quejamos, pero es que, al final, es en detrimento de los alumnos, de la enseñanza. Algunos podrían decir, bueno, la fiesta del concierto está buscando frijoles… Pero mira, puedo buscar frijoles si tengo un maestro o dos. [de baja], pero no ocho y no sé cuántos serán la próxima semana”.
Huerta también recuerda que muchas comunidades retiraron gran parte del refuerzo docente al inicio del curso para hacer frente a la situación de pandemia, lo que sería útil en la situación actual. “En algunos casos incluso se retiraron del público, pero en otros solo del concertado”, dice. Este curso, aunque en muchos casos hace menos de un año, los centros concertados están dotados de profesores adicionales en todas las comunidades salvo Aragón, Castilla-la Mancha, Murcia y La Rioja, según cuentan los colegios católicos. Según estos cálculos, algunas autonomías también ofrecen ayuda para contratar coordinadores covid (Andalucía y Cantabria) o reforzar el servicio de limpieza (Madrid) y muchas también donan fondos para comprar materiales como mascarillas: Aragón, Asturias, Cantabria, Comunidad Valenciana, Galicia, Islas Baleares, Madrid, Navarra y País Vasco.
Además, algunas Comunidades Autónomas están tratando de agilizar los mecanismos de sustitución de docentes en excedencia, pero incluso en estos casos las dificultades vienen de otro lado. Por ejemplo, la falta de sustitutos. La fundación Escola Cristiana, que aglutina al 70% del concertato catalán, tiene una bolsa de suplentes de 900 personas que ofrece a sus 400 centros adscritos, pero no está a la altura. Dado el alto volumen actual de víctimas, y las muchas dimisiones, enviaron un email a todos los candidatos para saber de inmediato quiénes estaban realmente disponibles: respondieron 260. La Universidad Ramon Llull para incorporar a estudiantes de grado que estén cursando un máster o segundo grado. También intentaron incluir a estudiantes de último curso, pero la Generalitat no lo permitió. Por supuesto, podrán contratar profesores de secundaria para dar clases en las clases de primaria.
En el madrileño barrio de Barajas, el director del Colegio de Jesús explica que, con cuatro profesores ausentes (cinco de 46), lo están haciendo lo mejor posible, gracias al esfuerzo extra del personal. En un paseo por el centro el viernes por la mañana se pueden ver claros ejemplos de a lo que se refiere: una maestra de infantil dando una lección en medio de dos aulas cuyos alumnos no pueden estar juntos; otro que cuida a los peques una hora y los de ESO la otra; el jefe de estudios realizando ejercicios de tai chi en otra clase; en casi todas las cámaras encendidas apuntaban hacia el profesor para que los alumnos en casa siguieran la lección… “Todos los días llegas y no sabes qué hacer. Antes no llevaba el móvil a clase, pero ahora tengo que llevarlo conmigo porque continuamente comunican un positivo de algún alumno o de un profesor, algún cambio…”, dice la profesora de idiomas Marta Gómez.
Al final, con todas las dificultades y pese a haber tenido que aparcar las metodologías más avanzadas, las escuelas siguen abiertas, las clases siguen su curso y el currículo avanza. Pero a costa, insiste Soledad Casas, de equipos cada vez más agotados, familias cada vez más agotadas y alumnos a los que cada vez les cuesta más mantener la moral.
“En semana y media hemos tenido las mismas víctimas por la covid de todo el primer trimestre”, dice Natalia Llorente, directora de la Escola Pia de Igualada (Barcelona). Llorente define como “compleja” la situación de su centro, con el 10% de la plantilla de baja. A esto se suma la gestión de los aspectos positivos entre los alumnos. “Esto nos genera mucho trabajo, mandar comunicados a las familias, contar cuarentenas, ver quién no está vacunado… Y Sanidad no puede darnos respuesta a todo porque se han colapsado y no tienen los medios suficientes”, se queja el director , quien también lamenta que casi siempre se comen los esfuerzos covid. “Las escuelas se encargan de tareas que no nos corresponden, como informar a las familias sobre los problemas de salud, deberíamos tener refuerzos para estos temas. Nuestra responsabilidad es brindar un buen servicio educativo”.
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